martes, 13 de diciembre de 2016

Corazón

Encontrarnos entre un mar de seres, movidos como ganado, activados todos por la misma tecla, sin sentido, por inercia. Calles y calles llenas de gente sin alma, zombis teledirigidos hacia un puesto que la mayoría de ellos aborrece. Y allí entre esa multitud, por casualidad, te encontré. Esa mañana en que mi despertador decidió tomarse un respiro, en que mi camisa decidió desayunar por mí, tras esa noche en la que no había pegado ojo por la marcha de mi mitad en este mundo, mi mejor amiga... Sólo ese día podías aparecer.
Con la música a tope en mis auriculares, a mitad entre despertarme y evadirme del mundo, rocé tu mano.
-¡Qué asco de gente, miren por dónde van!- dije furiosa para mis adentros. Pero mi corazón me calmó. Empezó a latir de un modo extraño, queriéndome avisar de algo. Tú.
Inconscientemente intenté buscar a ese alguien que había conseguido devolverme a la realidad en milésimas de segundo. Ese que, como suave tela de terciopelo, había destruido una dura capa en mi corazón cayendo como hoja en otoño o la siguiente hoja del calendario.
Respira. Mira a tu alrededor, ascensor abarrotado de gente. Silencio. Dos jóvenes aún imberbes y con alguna marca de acné, recién salidos de la universidad tratando de mantenerse vivos un día más en manos de sus feroces jefes. Detrás de mí, un hombre, cuarentón, buena planta y, me atrevería a apostar, un traje de Armani. Todo a juego, maletín negro, traje negro y móvil última generación, adicción más que palpable. Se me antoja adivinar hombre de negocios en que la única vida que conoce es el trabajo y el poder. ¿Amantes? Quizá muchas. ¿Mujer? Si tiene, pertenecerá a su misma especie, guerra de titanes; si no, se autoconvencerá de que no la necesita.  Primera chica a mi izquierda,   bajita pero resultona. Gafas de intelectual pero con alma de guerrera. Le ha costado llegar donde está, aunque su fachada intimide, no es de las típicas rubias trepa que ves venir de lejos y te miran por encima del hombro. Ésta, sabe lo que hace, meticulosamente estudiado y planificado. Segunda chica a mi derecha, la trepa. Tacones altos, vestido ajustado, maquillaje perfecto. Le gusta sobresalir, que todos le miren. Probablemente alguna de las jefas feroces de los imberbes o la amante del guaperas superficial con traje de Armani. En cualquier caso, la admiro por conseguirlo.
Ojalá tuviera un mínimo de ella. Me miro y ni yo misma me miraría al pasar. Apenas llego al 1,65, siempre digo que voy a ir al gimnasio porque necesito estar en forma y perder algo de peso, no porque tenga sobrepeso ni nada por el estilo, simplemente gustaría más a todo el mundo. Sí, lo reconozco, en ocasiones me dejo llevar por lo que los demás piensen de mí, por las modas sociales y ciertas estupideces que no vienen a cuento. Ligeramente de baja autoestima, que según en qué épocas del año, se convierte en alta, muy alta. Quizá tenga más conocimientos para este tipo de trabajo que juntando a todos los que están dentro del ascensor. Ese sonido, ¡clin! comienza el día.
Bien, extrañamente me siento de buen humor. Ha salido el sol tras una semana de nubes. Aunque mi mesa parece más un campo de minas que un lugar de trabajo; papeles, botella de agua, móvil, foto de mi perro Jack (es el único hombre que me ha aguantado más de dos años, sin duda el hombre de mi vida), manzana para dentro de un rato, montaña de papeles con post-its por todas partes, el regalo del último amigo invisible aún sin abrir…. Aun así, me siento especialmente animada hoy.
Además, hoy he reducido el uso de tres paquetes de clínex a apenas uno, cosa que mi nariz agradece tras semanas con nivel de congestión máximo; a punto de estallar. Sin darme cuenta, apenas queda una hora para la hora de la comida y de repente, me centro no sé por qué, en la música de fondo, esa que siempre me saca de quicio, esa que el guaperas pone cada mañana creyendo que es “por el bien común”. Me gusta.
La melodía me hace desaparecer de ese ambiente. Me encuentro sola. Rodeada de mar, hamacas y puestos de comida. Atrás quedaron los trajes negros y los tacones. Siento el aire fresco en las mejillas. Parece acariciarme el cabello, suavemente, recordando la manera en que lo hacía mi abuela. Sólo ella tenía permiso para alborotarme el pelo. A pesar de que odiaba la sensación de enredos y malestar; ella era la única que me cepillaba el pelo como nadie. Cantando esa melodía que recuerdo como si fuera ayer, conseguía calmar a la bestia más enfurecida. Disfrutaba haciéndolo y me dejaba con tal de verla sonreír. Temperatura perfecta, de hecho me quito la chaqueta. Un olor a sal y verano. A disfrute y relax. A aventuras inesperadas y amor loco. Y de repente, tú otra vez. Un escalofrío recorre mi cuerpo. Tú, roce fortuito. Tu perfume hace despertarme de ese sueño deseado.
No sé tu nombre, no sabría decir ningún dato sobre ti. Tu imagen desaparece ante mis ojos, sólo puedo recordar tu olor, tu caricia de algodón de azúcar, delicada y dulce. Una  piel blanca y caliente. Una sensación que consigue erizar mi piel al mínimo toque. Esa caricia que hace descuadrar a la máquina más perfecta y desorientar al más sereno.
¿Qué eres? ¿Quién eres?
[…]

Mi corazón siempre te perteneció. De una u otra manera, a lo largo de todo este tiempo, siempre fue tuyo. Supe que moriría joven. Fuiste lo mejor de mí y si tuviera que elegir un momento contigo, no podría, aunque la sensación de ser libre y vivo, te la debo a ti. Cada decisión importante, te aparecías en sueños para guiarme. Ahora sé que eras tú. Con el tiempo olvidé esa caricia del principio, esa luz que proyectabas aun en la más profunda oscuridad. Ahora sé, que tú eras el propósito de mi vida,  o quizá fuera al revés, tenías que estar siempre conmigo. Aun sin estar, estabas y ahora que ya no estás, estarás para siempre. Mi corazón es el tuyo.

Nunca pensé en crear una familia y tú conseguiste que me imaginara rodeada de críos. Contigo dudé de mis metas, de mis claras ideas durante años. Por ti dudé de mis seguridades y sabidurías. Contigo supe que era realmente la tontería, la idiotez a nivel enamorado extremo, casi enfermizo. Por ti, llegué a creer en la perfección a sabiendas de su inexistencia. Porque jamás me atreví a cambiar un ápice de ti, porque me gustaba así como tú eras, tú. Y ahora soy yo más tú que nunca. Me dejaste el regalo más grande, amor, cuerpo, alma y corazón, todo tú.

domingo, 11 de diciembre de 2016

¿Otro camino de ida?

Podría comparar muchas cosas contigo,
Idas y venidas, como marea del mar, más caliente en ocasiones, fría o heladora en otras.
Ida y vuelta. A un lado o a otro del océano.
Ida con buen humor y vuelta destrozada. Cogiendo fuerza en el camino o desinflándose por momentos,
Un camino de ida en el que todo puede salir bien, jamás planeado, con la sonrisa siempre. Y, sin quererlo, o buscarlo encuentres a alguien o algo, que haga ese camino espectacular. Quizá la vuelta se hace más difícil, más dolorosa e incluso triste.
Quizá todo sea al revés y la ida fue antes triste de la vuelta.
Puedes estar encima de la ola y ver que todo sale bien, pero sabes que en cualquier momento caerá y tendrás que aprender a seguir bien o por el contrario será muy fácil decaerse. Hay que encontrar el equilibrio.
A veces pienso que quien encuentra el equilibrio, quien consigue aunque sea por unos instantes estar en paz, en consonancia con todo, consigue la felicidad aun a pesar de esos cambios de marea.
Puede que tú fueras ese equilibrio que encontré en el camino de ida a un momento de felicidad y quizá fue en el camino de vuelta, cuando fui perdiendo esa tranquilidad por estar lejos o perder la fuerza y la valentía.
Puede que vuelva pronto ese equilibrio o por lo menos otro camino de ida....sin vuelta planeada.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Acurrucada en la cama

Acurrucada en la cama, como gato deslizándose bajo las sábanas. Es un día gris, de esos que deprime, sólo lluvia y nubes, nubes y lluvia. ¿Qué si quiero permanecer así todo el día?

¿Acaso los osos no hibernan todo el ivierno y dan lo mejor de sí cuando el calor comienza a aparecer y las flores crecen? ¿Acaso no son éstas mismas, las mejores flores, las que salen después de la tormenta?

Así quiero quedarme hoy, hibernando, tranquila, oculta... para que, cuando vuelva a salir el sol y las flores y los pájaros te den los buenos días, estar preparada para dar lo mejor de mí

lunes, 5 de diciembre de 2016

THE SERGEANT

All the boys in class were revolutionized. Today was a special day. The new teacher began. Replacing a peculiar type that gave us several points of view on each subject, whether standing up on a table or sitting on the floor. He only talked about literature, but sometimes it seemed to be more quantum physics. He was a middle-aged man, about fifty with many birds on his head and very weird.
The door opened on that cold day, early February in a mountainous city; and we all fell silent suddenly. Young, inexperienced but with a strong and steady walk. We all returned to our desks quickly, in silence, as it had been a long time since this class was achieved.
- Well, who will be the first to go to the board explain to me what lesson you are in? - her first words.
The idea of ​​having a good time from now on and being a mere process, this subject became a hard nut to crack, like the teacher.
The teacher won my attention, enthusiasm and respect from the first moment, that is what I want, someone who will revive my inner fire. That sergeant who gets you out of your cells but deep down, gets the best of you, even what you can not see.
Barely 15 years old I was, weak and influential, but with ideas that already appeared within me: writing. It was not a hobby to bring up teenagers if they wanted to be accepted as one more and go unnoticed.
I sat at the end of the class in alphabetical order, nothing to create problems. The teacher walked among the desks again and again; attentive to every breath, every voice. She could hear the sound of the pen on the papers of that first examination.
I was able to get nervous and at the same time, give me total confidence. I managed to concentrate on the exercise after several minutes. The notebook and me. So much that I forgot her presence. Suddenly, her voice, next to me, startled me:

- Keep doing it as you have been doing until now and do not forget that, it is always better to write about yourself and your experiences.