Y que si todavía te quiero. Duele saber que te fuiste. Te desvaneciste como bruma en la mañana. De sentir tu cuerpo contra el mío. Me ignoras te. Como si jamás hubiéramos sentido nuestra piel calentarse por el roce. De sentir tu aliento cuando te estremecía al quererte o tu piel erizarte con simplemente rozarte. Tu mirada fue fulminante, como si jamás hubiéramos sentido nuestro corazón salirse del pecho al tenernos cerca o al escuchar nuestras voces. Tu mirada. Ignorandome, como dos extraños en calle callao o gran vía de Madrid, demasiado ocupados y uno entre millones como para conocerse. La diferencia, que nosotras, nos conocemos mucho más que esos millones de personas as que se guían por la prisa del día a día y del estrés de sus vidas. Ignorando cada llamada, cada latido o cada mirada que podría ser, quizá, el amor de su vida. Como tú me hiciste sentir en más de una ocasión. Y no solo teniéndote entre mis brazos y haciéndote mía entre sábanas y gemidos, no. Haciéndome sentir como jamás nadie había entendido mi yo, mi manera de ser, mi forma de sentir o mi manera de tocar. Esa tranquilidad del abrazo que buscabas cada noche para sentirte en paz. La mmafa de última hora porque anelabas mi voz para seguir. Oo el regalo que planteaste por ver como se iluminaba mi mirada. Esos regalos furtivos en mitad de una multitud que callaba y hablaba al mislo yirmp, mientras yo me sonrojada y callaba a la vez por vergüenza, pero que te hubiera besado apasionadamente en otras circunstancias, ya que por primer vez, en mucho tiempo, tú habías tocado ese rincón cito que nunca sacó a relucir por miedo a que lastimen, ese rincón cito del corazón que hiciste temblar en más de una ocasión pero que contigo, no sé por qué, quería que descubrirás una y otra vez. Mi parte vulnerable quería que la hicieras fuerte. Por momento pensé que eras tú, que aunque fuera todo complicado y sacase mis miedos a relucir, tú merecías la pena, merecías esa lucha constante y diaria. Solo tú. Esa conexión que no sentí jamás por nadie. La locura al máximo y la tranquilidad al extremo. El yin y el yang. La explosión y la calma en un segundo de diferencia. Pero así eras tú. Inexoerada, explosiva, torbellino de emociones en un solo latir. Y sin embargo, te extraño. Aunque en más de una ocasión me hundiera, aunque en más e una ocasión pe Sara que esto no iba a llegar a ningún lado y solo llevaría a sufrimiento, a pesar de que me sentí la persona más feliz a tu lado y que la conexión y el entendimiento iba más allá de lo que nunca hubiera imaginado alcanzar con nadie en este mundo, por más que todo alrededor girará en nuestra contra, aposté por ti. Y me fallaste. Quizá por miedo, dependencia, comodidad o una fuerza interior que llevan los que más queremos. Pero siempre he eatdo ahí y en el fondo sé que siempre estaré ahí. Tú viviendo tu vida y yo la mía, seguramente, pero siempre en la mente una de la otra. Porque esa conexión parece ese hilo que tanto se kombra que conecta a una persona con otra por el resto de sus vidas. Quizá mentira, pero puede que en nuestro caso haya que seguir viviendo para comprobarlo. Da lo mejor de ti, se feliz y la vida, solo ella, sabrá si de verdad, estábamos ahí para encontramos, momentáneamente o como dicen para siempre y por siempre, ahí. Sea lo que sea, sonríe y disfruta de lo vivido, del día a día, el carpe diem y mañana será bonito, diferente y quizá, contigo.
Fdo: Mona