Me levanto cada día pensando en enamorarte. Pensando en tu sonrisa y comenzar el día con una. Verte entre la niebla, la lluvia o a través de los rayos cegadores de ese sol, expectante de nosotros. Expectante del siguiente paso, del siguiente episodio sin cortes.
Y parar, de golpe, sin pensar. Apresuradamente. Sin tiempo para reaccionar. Sin vuelta atrás. Despejar la mente aún sin permiso del corazón y huir. Dejarme ir. Volar, como el pájaro en su primer vuelo. Deseoso de aventuras y temeroso de momentos inesperados, ignorados, a ciegas y ocultos, animados e inanimados. Volar alto, más alto cada vez. Sintiendo el aire en mi cara, en mi piel, cada vez más frío y respirar. Respirar profundamente. Liberando la tensión que me aprisiona. Que me tiene presa. Respirar tan profundo que siento que vuelo. Que soy un pájaro más. Que mis pulmones comienzan a cansarse, que comienzan a enfriarse. Abrir los ojos y ver el mundo a mis pies, ignorante de mi vuelo. Gritar desde el acantilado más solitario. Gritar sabiendo que mi eco es mi peor enemigo.
Parar ante la caída inminente a lo desconocido. Atravesar el callejón más oscuro en la noche más indefensa. Parar ante el acantilado más escarpado y profundo. Saltar del barco sin paracaídas en mitad de la tormenta. Parar al comprobar que puede ser un pozo sin fin. Un despropósito de catástrofes. De tropezar con la misma piedra y volver a intentarlo pensando, que ésta vez, serás más fuerte e inteligente que la inamovible roca. Comprobar que quizá ésta, sea más inteligente que tú.
Y huir. Coger el coche y ver hasta dónde se puede llegar. Apretar el acelerador aun sabiendo que voy sin frenos. Huir como huyen las aves ante el fuego. Los antílopes ante el cazador más feroz. El esquiador ante la avalancha. Es una fuerza imparable, imposible de controlar. Sólo cabe la retirada o morir en el intento.
Pensar que la fuga de Alcatraz fue menos arriesgada. Que la lucha contra leones de la antigua Roma, no era tan peligrosa como tú. Que la ruleta rusa podría ser hasta divertida. Ironías. Desvarío de una cabeza que, ahora, no me pertenece. Discusiones entre los dos motores que me controlan. La razón y el sentimiento. Es como enfrentar al sol y la luna. Cada uno sus momentos, cada uno sus verdades pero también sus mentiras. Cada uno sus luces y sus sombras. El sí y el no, esa pareja tan desavenida y tan unida.
Pero vuelves a aparecer. Como la primera gota de lluvia sobre la piel tras una época de sequías. Como el primer rayo de sol en el mejor día del verano. Como el primer sorbo de tu bebida favorita. Apareces como el punto en la parte más interesante. Por sorpresa. Y vuelvo a caer.
Siempre me ha gustado el riesgo. Puedo ser una temeraria, incluso suicida, pero a veces resulta. El premio siempre merece la pena. Supongo que el intento es la parte más emocionante, y quizá, aguantar la respiración mientras bajas sin bombona a las profundidades del océano, sea uno de los mejores viajes. Hasta que un día, no puedes más y el aire se acaba esperando la ayuda.
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